Sinestesia. Sensaciones encontradas

Serie Máscaras

Relato para “Sinestesia. Sensaciones encontradas”

Hay un momento donde los sentidos se cruzan, donde el azul no es solo un color, sino un susurro. En esta obra la sinestesia se vuelve protagonista: no solo como concepto, sino como experiencia viva.

Los tonos vibrantes —azules profundos, naranjas ardientes, amarillos intensos, rojos que laten— no están dispuestos de forma arbitraria. Cada uno responde a una emoción, a una frecuencia interna. Las pinceladas texturadas crean una danza visual: líneas energéticas que se enroscan, estallan, se contraen. Es como si cada trazo aludiera a un sonido, un latido, un aroma que quiere ser sentido.

“Sensaciones encontradas” habla de un momento de cambio, de transición: para la artista, marca el fin de una etapa compartida (“los años en los que realicé clínica de obra junto a M. Martínez Casás”) y el inicio de un camino nuevo, más íntimo, más libre. El lienzo de 60 × 80 cm se convierte en testigo de esa transformación: no solo una ruptura, sino un renacer.

En la sinestesia, los sentidos dialogan: el color habla, la forma canta, la textura acaricia. En lo visual se escucha una melodía; en el color se siente un pulso. Al contemplar la obra, quien la mira puede experimentar —aunque sea por un instante— esa hibridación sensorial. El azul puede evocar frescura y calma, el rojo pasión, el amarillo un destello de alegría, el naranja una chispa vital.

Pero también hay tensión. No es una armonía perfecta, sino una confluencia de fuerzas. Las sensaciones no siempre coinciden: se superponen, se disputan un lugar, entran en conflicto. Esa disputa interna refleja la “sensaciones encontradas” del título: la incertidumbre, el vaivén entre lo que se deja atrás y lo que se abraza, la ambigüedad de los comienzos.

Desde el punto de vista artístico, esta obra es un diálogo entre lo externo y lo interno. No solo es una pintura, sino una cartografía emocional. Cada capa de óleo, cada brochazo pulsante, es una nota en la sinfonía sensorial que la artista compuso para sí misma. Es también una invitación para el espectador: para detenerse, cerrar los ojos, dejar que los sentidos se confundan y redescubrir su propia capacidad de sentir más allá de lo evidente.

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