De espaldas al mundo, envuelta en tu tesoro

“De espaldas al mundo” no es una huida: es un gesto de volver hacia adentro. La figura, apenas insinuada, nace primero del gouache sobre el papel Fabriano, como una sombra suave que busca su lugar. Luego el óleo la envuelve, le da cuerpo, le da aliento. Cada capa la aproxima a sí misma, la vuelve más real y más silenciosa a la vez.

Y entonces aparece el oro.

El dorado a la hoja se posa sobre la superficie como un secreto antiguo, como un resplandor reservado solo para quien se atreve a mirar de cerca. Ella se ofrece desde la intimidad: su tesoro no es algo que exhibe, sino algo que habita. Envuelta en ese brillo, la figura se vuelve territorio sagrado, un espacio donde lo delicado convive con lo poderoso.

La espalda —ese gesto de darse vuelta, de no mirar lo que interrumpe— se convierte en un acto de libertad. En la luz del oro, su silencio brilla. La obra respira desde ese contraste: lo opaco del gouache, la densidad del óleo, la vibración casi espiritual del pan de oro.

Cada encuentro entre materiales construye un refugio luminoso. Un borde dorado que no adorna: protege. Que no oculta: revela lo que solo se muestra cuando nadie está mirando.

Así, la figura queda suspendida en un instante íntimo, envuelta en su tesoro interior, ese que no necesita palabras ni testigos.
Un tesoro que ilumina desde adentro.
Un tesoro que hace del mundo un lugar lejano, mientras ella —serena, completa— se queda con su propio resplandor.

Su medida es 25cm x 35cm y está enmarcada en espacial pequeño con vidrio (blanco)

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